5 mar 2016

Tu piel en mi piel- Capítulo 1

Capítulo 1




Empezaba el día, como cualquier otro en la oficina. Corriendo de acá para allá, con los informes que su jefe le pidió, y ella con todo gusto correría por eso y más.
Desde su pequeño y rentado departamento, esta señorita se desvivía por la empresa que la había visto crecer en lo laboral.
Un día más en Soultek S.A. Una empresa muy variada, desde tecnología, hasta comercialización de alimentos, o sea desde comida hasta tecnología, pasando por aspectos humanitarios.
Después de haberse deslomado en estudiar desde informática, hasta legales, consiguió su título de secretaria ejecutiva, y pudo escalar de a poco en esta grandiosa empresa. Para esta chica de oficina, que tanto lucho por hacerse una carrera, de más está decir que estaba muy orgullosa de cuanto había crecido.
Formaba parte del staff principal del directorio,  junto a un grupo para nada usual, no podía creer que a su corta edad y educación se le hubiera dado la oportunidad de estar a cargo de más de un proyecto en tan inmensa compañía. Que tenía sucursales dentro y fuera del país, los cuales les daba la bienvenida a cualquier empleado que pudiera estar a la altura de los requisitos.
En muy poco tiempo Katja Benson, se hizo de un lugar especial en la empresa, cosechando logros y por demás amistades en el corto tiempo que transita en ella. Junto a Kat como le llamaban se encontraba en un grupo de trabajo por demás interesante. Su mejor compañera Rachel, es una vivaracha rubia de unos 26 años. La cual sabe cómo sacarte una sonrisa, hasta en un velorio.
Los días eran bastante amenos, salvo cuando llegaba la tan odiada auditoria anual. La cual estaba encabezada por el contador de la empresa, un ser sombrío y de muy mala espina. Por desgracia era la mano derecha de CEO, aunque a veces se preguntaban y en verdad haría falta una persona tan desagradable en ese puesto.
Se comentaban muchas cosas no muy buenas de este contador, el Sr. Sokov. Se decía que formaba parte de la mafia rusa. A pesar de haber ayudado bastante con los negocios para sacar adelante a la empresa. En especial en los comienzos, que no fueron para nada halagadores.
A pesar de ir todo viento en popa, se aproximaba la famosa auditoria importante, ya que se existían cuentas y movimientos en la empresa, que a pesar de tener  siempre un exhaustivo control, no se podía saber a ciencia cierta dónde y porque, se suponía, a pesar de todo parecía ser un tremendo error, se estaban haciendo movimientos y ventas de manera muy raras o de destinos inciertos, o al menos no se podía llegar a fondo, casi siempre los resultados de los balances, eran mayormente positivos. Siempre había algún margen de error. Pero este año en especial, los errores eran demasiados. Y todo apuntaba al equipo de contaduría, pero al parecer el Sr. Mendoza, el flamante CEO, ponía paños fríos sobre las explicaciones, y todo quedaba a medias tintas.
Esto le llevaba a Katja y a sus compañeros mucho tiempo y desgaste, ya que parecía ser un camino sin salida. O lo que era peor, como errores de pérdidas sin poder dar una solución definitiva. Cosa que irritaba a todo el equipo, porque a nadie le gusta quedar como incompetente y no saber cómo explicar o subsanar un error. Y más cuando hay dinero de por medio.
El dueño y fundador de la empresa, el señor Walter Mendoza,  tuvo que presentarse en más de una sucursal, para poder así poner, además de presencia sus conocimientos en informática y contaduría, ayudar al equipo que estaba a cargo de semejante tarea.
El mismo, se puso a cargo de las tareas junto a un equipo altamente especializado. Katja formaba parte de ellos, aunque se sentía en inferioridad de condiciones, pero aún así, le ponía garra y todos sus conocimientos y astucias para poder ayudar y subsanar los errores.
Desde el primer día que lo conoció, fue algo arrollador. Su porte, su mirada, había algo en él que sentía familiar, y a la vez, le daba miedo.
El CEO de la empresa está para el infarto, pelo negro, ojos azules profundos, mandíbula cuadrada, metro noventa, quizás más, ancho, se ve que va al gimnasio porque más de una vez lo vio arremangándose la camisa en verano y se asomaron esos bíceps, que ufff..... Le daban ganas de pasarle la lengua.
Al final de alguna semana dura de trabajo, Katja siempre solía salir con sus compañeros a disfrutar de alguna cena o salir a algún Pub bailable. Le había costado un poco al principio integrarse, pero con la constancia de Rachel, y su más que buen humor, supo congeniar bastante bien con el resto del equipo y dejarse llevar y salir y disfrutar de la vida social de la gente de su edad.
            –No veo la hora de terminar este día, y salir a tomar unas copas. – insistía la alegre de Rachel.
            – ¿Solo piensas en fiestas y alcohol? Esta vez te sigo, pero que no se te haga costumbre. – le reprocho Kat.
            – ¿Sabes amiga? A veces pienso que tienes alma de vieja, tomas poco alcohol y casi nunca sales.
            – Es porque no tengo esa clase de prioridades, tú sólo vives para la rumba.
– ¡Rumba! ¡Eso! Tenemos que intentar aprender otros ritmos de baile, ¿Qué te parece?, a veces tienes buenas ideas.
– ¿Tú crees que si invitamos al Sr. Mendoza nos honrara con su presencia en alguna salida? Me muero de ganas por verlo de sport y en la disco. – Rachel siempre tenía ideas muy locas.
–Jajajaja, estás loca amiga, no creo que le guste sumarse  a ninguna fiesta. Parece demasiado serio. Pero quien te dice, quizás la vida nos cruce en algún lugar, ¿no? – sonaba más suplica que a afirmación.
Le hacía mucha gracia que Rachel siempre encontrara el lado bueno de las cosas. Para Kat no siempre fue así de fácil. Con el tiempo pudo salir adelante y hacerse de un lugar en tal renombrada empresa.
Por suerte esos tiempos ya habían pasado, aunque algunas cicatrices te marcan de por vida. Aprendió a no ser tan entregada con respecto al amor, si al sexo. Disfrutaba del sexo, aunque sólo lo tomaba como una necesidad fisiológica últimamente. Y se sentía patética al respecto. Quizás más al ver que sus compañeros estaban en otro nivel de vida, algunos casados y hasta con hijos.
Ella se veía un poco lejos al respecto de eso. Pero estaba segura con quien divertirse y con quién no. Desgraciadamente, en la empresa había personas un poco desagradables una vez que las conocías. Como ser el contador, era apuesto a pesar de haber pasado los 40 y muchos. Pero su mirada lasciva te hacia mantener siempre distancia. Y ni pensar en quedarse fuera de hora, y cruzártelo sola. Solo una vez le pasó, y pudo darse cuenta y no de manera apropiada, de cómo intentaba sobrepasarse con una pasante de la firma. Maldito hombre desagradable, manoseo a una joven empleada, intentando así, enmascarar un perdón a un tonto error que la pobre chica había tenido. Lo único que pudo agradecer, fue que la chica al otro día presentó la renuncia. Y el muy descarado, al día siguiente que recibió la noticia, lo festejó con una sonrisa lasciva. Como intuyendo que eso iba a pasar.
Por el contrario, el Sr. Mendoza, tenía una muy buena imagen con sus empleados y conocidos.
Era conocida su manera de ayudar constantemente a sus empleados para progresar en la empresa, ya sea de forma de cursos y demás, como así de pasantías en el extranjero para poder crecer y traer nuevas ideas y recursos a la empresa.
Así fue como Katja sintió atracción por demás sobre Walter, desde el primer momento en que fueron presentados. Fue algo secreto para el resto, pero para ellos, estaba la chispa constante, se ponían de acuerdo en más de un proyecto para poder sacar adelante inquietudes y proyectos. Además de tratar de poner en orden esa maldita auditoria, que les estaba consumiendo tiempo y  energía.
Más de una vez, coincidieron en risas, y hasta maneras de pensar. Katja caía rendida ante los comentarios y resoluciones de su jefe. Y más de una vez, se sintió observada por Walter, pero lo dejo pasar. Porque disfrutaba secretamente el sentirse observada y por momentos valorada por él. A quien en secreto, comenzaba a sentir algo más que respeto, no se podía negar que es un hombre muy buen mozo. Además de estar muy bien educado y profesionalmente formado, que era lo que a ella más le impresionaba.
Las oportunidades en que Kat y Rachel pudieron ver su sueño realidad en alguna fiesta de fin año, al poder observar gratamente a Walter. Enfundado en esos trajes costosísimos, eran un deleite para los ojos. Al igual que pudo sentirse en un sueño, las pocas veces que le toco compartir algún baile. Se sentía en una fantasía propia de un cuento de hadas. El galante príncipe, sacándola a bailar. Claro, eran solo vals por ser fiestas de etiquetas. Se moría por bailarle música disco, para poder estar más pegadito a él y poder sentir mejor su cuerpo.
Esas miradas chispeantes, que le hacían imaginar miles de cosas, no entendía porque se sentía tan cercana, en estas pocas oportunidades, cuando en la oficina la mayoría de las veces solo eran charlas frívolas, y exclusivas de trabajo. Aprovechaba cada baile anual, para poder tenerlo bien cerca, y al menos disfrutar de su roce, aunque fuera en tan pocas veces.
Kat, se sentía intimidada y hasta con un poco de celos con la cercanía que el Sr. Mendoza tenía con la jefa de finanzas. Una rubia escultural, con cara de pocos amigos y una manera de vestirse y moverse de zorra come hombres.
Las pocas veces que tuvieron que quedarse a trabajar después de hora, les parecía de más sospechoso la manera de dirigirse hacia Walter. Las miradas de Kat y Rachel, decían más que palabras, ellas se entendían perfectamente con solo mirarse.
Eran las típicas miradas, de revoleo de ojos cuando la Sra. Danniells, tan mimosamente posaba sus dedos sobre el hombro de Walter, o le hablaba de manera melosa. Las chicas respondían con gestos de asco, y hasta a veces simulaban meterse los dedos para vomitar. Eso hacia reír a los demás compañeros, la verdad era que este par de locas eran el equipo perfecto y además graciosas. En alguna ocasión fueron descubiertas por Walter, al hacer esos graciosos gestos de asco. Una oportunidad, a Kat le fue llamada la atención con una cara de reproche de parte del Sr. Mendoza. Cosa que logro que la cara de Kat fuera de un rojo tomate.
Lo que Kat no puedo saber, es que a Walter le daba tanta gracia como al resto de su gente. Salvo que él no podía dar a conocer esa diversión, ya que al ser la cabeza de la empresa, debía mantener aunque sea un poco de respeto.
Más de una vez, se quedo fantaseando con tener sexo en la oficina de su jefe. Ir gateando por la alfombra de la enorme oficina,  como gata en celo, por debajo del escritorio presidencial. Tomarlo por sorpresa en medio de alguna llamada. Sentirse observada con deseo y lujuria mientras lentamente le desabrocha los pantalones, y lo saborea por completo. Sintiendo como le llena la boca con su carne apetitosa. Y sentirlo gemir de placer, mientras ella se llena la boca hasta el fondo…..
            – ¡Tierra llamando a la gatita! –, la sorprendió Rachel sacándola de su ya habitual fantasía. Y tal fue el susto esta vez, que desparramo todos los papeles que tenía en la mano.
            –Parece que hay alguien un poco cansada el día de hoy, ¿verdad? – escucho frente a ella, mientras juntaba los papeles dispersos. Nada peor que sumado a su ya sonrojada cara por sus sucios y pecaminosos pensamientos, que encima levantar la cara y estar de frente al culpable de sus fantasías. No tuvo opción que ponerse más colorada aún, y tratando de evitar que no se diera cuenta, pero fue en vano. Rápidamente bajo la cara y siguió juntando los papeles y balbuceando una respuesta rápida.
            –Ehh, si, perdón estaba distraída. Fue un día agotador, si claro….
–Deja que te ayude, es lo menos que puedo hacer puedo hacer por ti hoy Kat. – fue su cordial respuesta. Y se agacho junto a ella para ayudarla a recoger los papeles. Kat se quedo embobada, mirándolo de cerca, y admirándolo.
Walter noto la sorpresa de Kat, al haberse agachado y ayudarla. Y no puedo evitar sonreír, al darse cuenta cuan embobada esta mujer lo estaba mirando. Terminó de juntar los papeles y se los entregó en la mano. Y al percatarse que nadie estaba cerca de ellos, se atrevió a tomar ese mechón rebelde que siempre se le escapaba de la coleta, y la coloco detrás de la oreja.
Kat quedo perpleja ante ese movimiento, sin dejar de mirarlo a los ojos. Esos ojos tan bellos y profundos que por la cercanía del momento se sentía perdida en ellos. El hechizo duró poco, Walter se dio cuenta que se había pasado de la raya, pero se moría de ganas por tocarla. Pero una parte de él rechazaba el encuentro.
Kat notó, que tan pronto como puso el mechón de pelo en su lugar, la barrera se elevaba una vez más. No podía comprender, como cada vez que parecía que algo más podría suceder, él la rechazaba.
Y con un acto de arrojo, le tomo la mano, tomándolo por sorpresa.
            –Gracias por la ayuda. Y por todas las oportunidades que me estás dando en la empresa. – todo esa frase salió de golpe, atropellada y casi susurrante.
            –Te mereces eso y más, solo que aún no lo sabes. – le respondió levantándose, y colocándose una vez más en el papel de ejecutivo. No debía bajar la guardia, se moría de ganas por tenerla en sus brazos, pero aún no era tiempo.
            – ¿De veras crees que me merezco más? – le pregunto, tratando de parar la huida, al mismo tiempo que también se ponía de pie, y veía como Walter se acomodaba la corbata, de costado, tratando de evitar mirarla de frente,  planeando la huida.
            –No tienes idea de la capacidad que tienes, y que desaprovechas aquí.
            – ¿Quieres que me vaya? ¿Eso me estás diciendo? –No podía creer lo que le estaba insinuando. Pero la verdad es que la estaba evadiendo.
            –No es eso…­
            – ¿Qué es? Dímelo, pero dímelo a la cara. – le exigió con vos firme.
            –Eres tan bella cuando te enojas. – le dijo de frente, con una pequeña sonrisa,  sin dejar de mirarla a los ojos. Kat sintió que las rodillas le fallaban. No podía creer lo que le estaba diciendo en ese momento. Sintió que una especie de electricidad llenaba el espacio entre ellos, como si quisiera unirlos.
Pero la magia se rompió abruptamente, cuando la Sra. Danniells entro intempestivamente al despacho.
            –Walter querido, ¿todavía por acá?, pensé que ya te habías retirado. – y paso al lado de Kat como si ella no estuviera ahí, lo que la obligo a romper esa conexión y apartarse. Dio media vuelta y se dirigió hasta la puerta. Con la cabeza embotada por lo que había ocurrido.
Al llegar a la puerta, giro y se despidió hasta el otro día. La Sra. Danniells como de costumbre le contesto sin ni siquiera mirarla, era obvio que se sentía superior. En cambio Walter le dirigió una mirada triste, y la saludo con un simple gesto.
            -Bien Jordana, ¿Qué necesitas?, dime estoy muy ocupado. – se sentó en su escritorio, ignorándola por completo. Kat solo atino, a cerrar la puerta, y salir un poco apenada, porque no le quedaba muy en claro. ¿La quería lejos o la quería cerca? Cada vez que algo los acercaba, él se alejaba, como si le diera vergüenza de Kat, o eso al menos pensaba ella. Se sentía muy confundida al respecto.
            -Ah querido, porque tan serio, si quieres yo podría hacer algo para aliviarte un poco, te vez algo tenso. – dijo Jordana muy melosa, a la vez que sentaba en el borde del escritorio con las piernas cruzadas, pero de manera muy sugerente. Al notar que Kat se iba y cerraba la puerta.
            -No puedes hacer nada Jordana, ya te dije mil veces que vas por mal camino. Si no tienes nada más por decir, por favor te invito a retirarte, tengo mucho trabajo atrasado. – le informo sin dejar de mirar la pantalla de su portátil.
            -Recuerdo que solías ser un poco más amigable conmigo, ¿Qué te pasa? ¿Te gusta mucho esa mosquita muerta con la que sueles trabajar tan seguido?
            -¡Ni soy amigable, ni nunca lo fui! Fue solo una vez, un estúpido error Jordana, y nunca, y que te quede claro ¡Nunca más, se volverá a repetir! – le contesto furioso cerrando de golpe la pantalla de la portátil. Ya estaba cansado de los constantes avances de Jordana. Lo que hizo que esta perdiera la sonrisa, y se levantara de un salto del escritorio.
            –Solías ser más simpático en otros tiempos, y te recuerdo que fui yo quien te mostró lo que es una verdadera mujer, no esas furcias que solías frecuentar en ese club de prostitutas. Pero está bien, tú te lo pierdes. Por esta lo dejare pasar, vamos a echarle la culpa al exceso de trabajo. ¡Chao amore! Nos vemos. – Y así como si nada, después de escupir su veneno se marcho. Dejando a Walter con una furia tremenda, como cada vez que le machacaba el tremendo error que fue haber tenido sexo con esa víbora.

Kat llego a su pequeño departamento llena de dudas e interrogantes. La frase que Walter le dijo, le daba vueltas en la cabeza una y otra vez. Sentía que se sonrojaba de solo pensar que al otro día tendría que volver a mirarlo a la cara. Se moría de vergüenza cada vez que recordaba la situación. No durmió demasiado esa noche, se la paso mirando el techo, recordando el tierno toque de su mano. Y recordando esa sabrosa fantasía, en la oficina de su apuesto jefe.